lunes, 19 de octubre de 2009

Inédito



El vídeo es inédito y repugnante. En él aparece Daniela Valentini fornicando con un dotado desconocido en una habitación en condiciones insalubres. Pudiera ser una producción snuff atenuada con leves toques coprófagos. A pesar de esto, Valentini se ve bien, es decir, está rica. Es una quincuagenaria deseable que durante algún tiempo significó ser el paradigma moral para las dueñas de casa.

Parece paradójico como una cajera de panadería provincial lograra ser una estrella televisiva entre fines de los ochenta y buena parte de los noventa. Valentini logro perfilarse como una de las mejores comunicadoras del medio chileno, hasta que su procedimiento de hacer televisión quedo obsoleto. 1959, nace en Cumpeo VII región. Durante su infancia es catalogada, por sus vecinos, como rara. Colecciona muñecas de trapos que, en vez de remitir a una ternura pueril, aluden una escenografía desaseada y funesta. 1975. Consigue su primer trabajo en la panadería de su tío: Pan de Lucce. Destacan una belleza en desarrollo y una simpatía caritativa. Al interior de la panadería resalta una inaudita imagen de la junta nacional de gobierno. Es una fotografía ampliada militarmente hermosa pero civilmente despreciable. Un impávido Augusto Pinochet predomina el retrato. Está sentado rígidamente pétreo ocupando el cuadro central fotográfico. Unos espantosos lentes ocultan un rostro aun más espantoso. Tiene sus brazos cruzados. Mendoza, Leigh y Merino aparentar ser sombras argumentativas que lo escoltan en una actitud más bien incomoda. Están sentados. El cuadro finge ser heroico pero posee leves imposturas que lo califican de antinomia épico bizarro. Los mismos personajes vislumbran un carácter de próceres forzados, héroes descalzos o ilustres sedimentos antihieraticos. 1978, es coronada como la mujer más bella de Cumpeo. Valentini estructura un malogrado discurso de 45 minutos, en el cual, aparte de agradecer hasta a sus perros, confecciona ficcionalmente un Chile futurista plagado de excesos suburbanos. Es una probable descripción que se hiperboliza gradualmente hasta pronosticar un final apocalípticamente estupido. Daniela Valentíni traza el bosquejo de una posible novela de CI FI en donde las tribus urbanas o “grupo de desquiciados adolescentes con un impreciso sentido de la vida que visten de manera extraña y escuchan música profana en forma de ritual” mal interpretan las letras de las canciones de su ídolo desencadenando una serie brutal de asesinatos. El escenario es un Santiago distorsionado por los efectos de una cópula mutante entre tecnología y sobrepoblación. Una cuidad insoportable. Grandes cantidades de basura se acumulan en los espacios públicos, que a su vez, actúan de improvisados comedores. La mayoría de las paredes están, en palabras de Valentín, “atiborradas de inentendibles rayados que poseen una deformación escritural intencionada, para transmitir el erróneo sentido de la música del falso profeta”. El arte se limita a ser “una expresión callejera que busca la caricaturización- Valentini intenta pronunciar esta palabra 3 veces, ante su ineficiencia la reemplaza por Burla- estilística de la contingencia social que vive el país”. El final es apresurado y encajado a la fuerza en un relato que tenía a medio Cumpeo horrorizado. Una ridícula dictadura es impuesta por parte de los fanáticos adolescentes. Estos- luego de sacrificar a su ídolo-mesías en una ceremonia que finalizaba con la amputación de las gónadas de los 4 miembros más influyentes y, posteriormente, con un sanguinolento banquete hecho con las extremidades tatuadas del profeta- comenzaban una revuelta popular que los llevaría a mutilar a los gobernantes de turno. Luego, ya con un palacio de La Moneda convertido en casa okupa, se patentarían una serie de anómalas leyes, que irían desde escuchar las revelaciones en la música del profeta antes de cada actividad física, hasta adoptar un modo de vestir estrafalario e igualitario. En un principio no hubo aplausos. Solo un desconcierto intrínseco reflejado en los consternados rostros de los pobladores de Cumpeo. Ante el silencio, Daniela Valentini emite un apocado gracias. La ovación es inmediata. El discurso, como era de esperar, repercute como una posible emisión metafórica en las autoridades militares. Agentes de la DINA- el propio tío de Daniela es un componente de primer orden- se entrevistan con ella. Ante los constantes cuestionamientos, Valentini argumenta que su relato es una narración moralizante que intenta persuadir las perjudiciales tentaciones de juvenil jolgorio que experimenta todo adolescente.



Por Camilo Tapia

jueves, 8 de octubre de 2009

Periplo, desde el azul oscuro al verde claro

Conocí a Silvia Aurora Murua hace ya casi cinco años. El encuentro fue demasiado fortuito e impersonal, pero suficiente para percatarme de que no me encontraba ante una típica mujer. Llegué a las 5 de la mañana acompañado de Elsa Frottier, su hija, a una antigua casa ubicada en el cerro Alegre buscando cobijo o, por lo menos, un lugar donde esperar la luz del día. Elsa fue a dormir junto a su madre, en cambio a mi me facilito un cómodo sillón para dormir. Me mantuve despierto arrellanado sobre la colcha del sillón. Observé entre la penumbra el espacioso habitáculo: cuadros, esculturas, fotos, muebles antiguos y una gran biblioteca. No pude evitar escudriñar los textos que contenía, pero había un problema: la biblioteca estaba con llave. Supuse que muchos intrusos como yo frecuentaban el hogar. Quizás el mito del llevador de libros era una realidad constante ahí (yo ya había leído a Bolaño y la idea del atracador de bibliotecas me parecía de lo más pintoresca y seductora). Uno de los estantes tenía un vidrio roto donde mi mano pudo entrar y extraer al azar un texto, el que se encontraba más al alcance: Juan Emar, antología completa. La edición era de lujo. Podría haber sido fácilmente La Iliada o Cien años de soledad o cualquier otro, pero no, fue Juan Emar, uno de los escritores mas atípicos que ha parido entre sus masculinas piernas la narrativa chilena y uno de los críticos mas lúcidos en cuanto a arte se refiere y uno de los hombres de las letras mas vilipendiados mirado a menos y olvidados de los últimos cien años. Leí el Pájaro Verde. Leí esforzando mi visión entre la oscuridad que era parcialmente aplacada por la luz rastrera que entraba por la ventana. Me pareció una historia macabra y triste, pero contada desde un carrusel de caballos socarrones. Mi cabeza se repletó de tragedia mientras afuera los primeros colectivos de la madrugada dejaban entrar flashasos de luces intermitentes a través del espacio entre cortina y cortina. Sentí que la habitación se hacía más y más pequeña y pensé que el pájaro era un cuervo y que Emar era Poe y que la vida, a ratos, era Pulp Fiction de Tarantino Versión Dogma. Pero el día llegó. Una mujer de pelo teñido azul en bata se me acercó y casi susurrando me avisó que ya era hora de que me marchara. Elsa aun dormía. Caminé hacia mi hogar pensando en esa extraña mujer y en su pelo que, al atravesar el dintel de la puerta, se torno verdoso, imagino que por el efecto del sol y el embobamiento de mis ojos traspasando la oscuridad hacia la luz.

Por Marcelo Gomez



AQUI PRESENTAMOS LA PRIMERA ENTREVISTA DE XELCHICONICAGANDOPRODUCCIONES.
CON USTEDES LA POETA PORTEÑA AURORA MURUA.